Formar para transformar, innovar para transcender
Desde sus orígenes en la Europa medieval, la universidad ha desempeñado un rol central en la producción y transmisión del conocimiento. A lo largo del tiempo, esta función ha evolucionado para adaptarse a las demandas de cada contexto histórico, influyendo en revoluciones científicas, movimientos culturales y transformaciones económicas (Altbach, 2016). En la actualidad, su papel es fundamental para el desarrollo del pensamiento crítico, la formación de ciudadanos comprometidos con su entorno y el impulso de la ciencia, la cultura, la tecnología y la innovación
Datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) revelan que, al menos, 4 de cada 10 innovaciones sociales significativas del último siglo han tenido su origen en entornos universitarios (UNESCO, 2023). Esta capacidad de innovación se ha intensificado en la era digital, donde la educación superior enfrenta el desafío de adaptarse a un entorno en constante evolución.
Una universidad que se acerca a la sociedad mejora la calidad de vida de sus estudiantes, familias y comunidades; como entidad de consenso y generadora de conocimiento es parte de las transformaciones necesarias para construir sociedades más prósperas, justas e igualitarias; y como espacio de debate de las ideas se da a la tarea de identificar problemáticas y de crear alternativas de solución para el progreso y bienestar.
La última década ha sido una de las más aceleradas en términos de cambios y retos para la educación. Solo hay que recordar el confinamiento ocasionado por la pandemia de COVID-19 en el que, con base en datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), más del 90% de los estudiantes universitarios en el mundo enfrentaron algún tipo de interrupción en su formación (OCDE, 2020). Esto aceleró una transición masiva hacia la educación en línea y provocó una transformación en los procesos de enseñanza-aprendizaje, adaptándolos al complicado contexto y a las particularidades de los estudiantes no tradicionales, además de que fomentó el desarrollo y la inversión en infraestructuras tecnológicas sólidas.
Posteriormente, la etapa de reconstrucción educativa postpandemia ha sido un catalizador de experiencias y una nueva oportunidad para continuar innovando, especialmente en el diseño de modelos que permitan la reinserción educativa y prevengan el abandono escolar. Gracias a ello el nivel superior comenzó a recuperar la pérdida de estudiantes y, en México, la matrícula alcanzó los 5,192,618 alumnos en el ciclo escolar 2023-2024, la mayoría mujeres,¹ que estudian en alrededor de 4,520 instituciones de educación superior (IES) variadas y diversas en cuanto a su régimen y sostenimiento (Mendoza, 2022; Narro, Martuscelli y Barzana, 2012).²
La tasa de cobertura total,³ con respecto a la población que está en edad⁴ de cursarla, se situó en el 43.5% (INEGI, 2024; SEP, 2024), lo que contrasta con la de Iberoamérica que es del 52% (OCDE, 2022). Si se mantiene la tendencia actual, únicamente el 26% de estudiantes obtendrán algún título de educación superior a lo largo de su vida.
La situación en Jalisco es similar. Datos del Anuario Estadístico de Educación Superior de la ANUIES (2024) señalan que la matrícula de educación superior fue de 305,353 alumnos con una distribución por sexo mayoritaria para las mujeres (167,310). Y la tasa de cobertura, de acuerdo con MIDE Jalisco (2024), alcanzó el 38.8%.
La irrupción tecnológica, asimismo, está transforma- do constantemente el entorno socioeconómico global, aumentando la presión sobre la relevancia de los programas académicos. Debemos estar conscientes de que la profesión o carrera que eligen los estudiantes en el presente podría desaparecer o cambiar en algún momento del futuro. El informe Perspectivas de Empleo 2023 de la OCDE respalda esta tendencia al señalar que hay profesiones en riesgo de extinción, ya que 25 de las 100 habilidades que se desarrollan son susceptibles de ser automatizadas mediante la inteligencia artificial generativa, lo que podría impactar en, aproximadamente, el 27% de la fuerza laboral.
El CUCEA ha estado a la altura de esta visión. Desde que sucedió la transición del último periodo de gestión universitaria al actual, hemos observado este contexto atípico, incierto y cambiante como la oportunidad inmejorable para utilizar los conocimientos generados, cambiar nuestro entorno y construir una mejor sociedad. Se trata de, parafraseando al poeta Bonifaz Nuño, transformar las dificultades “en posibilidad de futuro; construir nuevos puentes y vasos comunicantes con los otros, que somos también somos nosotros”.
Este periodo que se informa es un momento crucial para reflexionar sobre lo que logramos, para aprender de lo realizado y para retomar esos aprendizajes y orientarlos hacia la mejora continua institucional. En ese sentido, desde el primer día, consideramos pertinente establecer un rumbo determinado que nos permitiera, al cerrar la administración, legar bases sólidas sobre las cuales se edifica un mejor futuro institucional y, en consecuencia, una educación sustentada en la mejora constante.
Esto significó diseñar e implementar herramientas de planificación, gestión estratégica y gobernanza institucional que nos permitiera, como comunidad, identificar las prioridades y necesidades de nuestro Centro Universitario y marcar el rumbo de su gestión. Dichos instrumentos de planeación estratégica con cambios y mejoras no representaron la existencia de una contradicción, fractura o ruptura con lo planificado, diseñado e implementado con anterioridad, pues generar discontinuidad abrupta implicaría reiniciar el proceso de conocimiento, valoración y adaptación individual y colectiva, lo que entorpecería el desarrollo organizacional.
La continuidad con argumento y sustento garantiza estabilidad y confianza institucional; permite capitalizar aprendizajes y experiencias acumuladas en el tiempo, y garantiza la participación de toda la comunidad y la transparencia en la toma de decisiones. Esto es de gran relevancia dado que al pertenecer a uno de los centros universitarios más relevantes de la Red Universitaria y de Jalisco, la planeación tiene que ser de largo aliento, pues las problemáticas en las cuales incidimos son estructurales y complejas y, si bien hay resultados de gestión en el corto y mediano plazo, los verdaderos impactos se observan en el largo plazo.
Gracias a una planificación adecuada, así como a todas y todos los colaboradores que han puesto su empeño en maximizar los resultados, las capacidades institucionales de nuestro centro se van consolidando y evolucionando como un Smart Campus, plataforma transversal sobre la que soportamos estratégica y transversalmente nuestra visión hacia el futuro y que surgió con el objetivo de conjuntar, articular, fortalecer y consolidar las funciones de docencia, investigación y transferencia de tecnología y conocimiento, así como la extensión y difusión cultural, y la formación de una cultura de paz y de ciudadanía global.
Los elementos fundacionales del Smart Campus fueron el impulso a la innovación y el emprendimiento con responsabilidad y orientación al desarrollo social sostenible; la creación de espacios de reflexión y diálogo entre la comunidad; y la generación de alternativas a los estudiantes para la interacción con su entorno y su comunidad, desde un ambiente universitario incluyente, sostenible y sin fronteras. Además, se concibió con la intención de:
1. Promover la adopción de tecnologías en los procesos académicos y administrativos y el intercambio de datos de una manera segura, ecológica e inclusiva;
2. Lograr la colaboración con otras instituciones públicas y privadas, nacionales e internacionales en los ámbitos de tecnologías disruptivas;
3. Desarrollar proyectos transversales en áreas de docencia, investigación y transferencia de conocimiento, innovación y compromiso social relacionados con el desarrollo con perspectiva internacional;
4. Promover la revisión y actualización curricular, así como nueva oferta académica que impacte en la formación de profesionistas con una formación global capaces de enfrentar los retos que trae consigo la Sociedad de la Innovación con una perspectiva ética y humana;
5. Impulsar el diseño y desarrollo de la estrategia de sostenibilidad ambiental del centro universitario, empleando tecnologías de información y comunicación de punta;
6. Desarrollar propuestas de rediseño organizacional y sistemas de información basados en el análisis de datos que eficienten la gestión académica y administrativa;
7. Desarrollar nuevos esquemas de gobernanza universitaria a través de herramientas y aplicaciones basadas en tecnología;
8. Adoptar al interior del centro universitario los principios de gobierno digital y abierto, empleando tecnologías de punta;
9. Promover el uso del campus como “urban-lab” en proyectos de innovación, emprendimiento, investigación y transferencia de tecnología y conocimiento;
10. Promover políticas para la ordenación del campus universitario para eficientar las funciones sustantivas y la conservación y desarrollo de zonas verdes;
11. Elaborar políticas para construcción y conservación de los inmuebles y espacios del centro universitario para el uso y aprovechamiento de las infraestructuras de telecomunicaciones, electricidad y agua;
12. Desarrollar políticas para el fomento de la movilidad inteligente y sostenible de la comunidad universitaria, y
13. Las demás acciones que en el ámbito de las Smart Cities permitan el mejor cumplimiento de los fines del centro universitario.
Todo ello bajo la implementación de las dimensiones estratégicas Smart Government, Smart People, Smart Living, Smart Economy, Smart Environment y Smart Mobility en las que se desarrollan 23 proyectos y 21 iniciativas, de los que se da cuenta a lo largo del Informe, que ofrecen nuevas formas y modelos para la transmisión del conocimiento e impulsan la transformación de la educación.
Este modelo se constituyó, además, en un habilitador para el desarrollo de incentivos del trabajo inter, multi y transdisciplinario, en agendas definidas para el desarrollo complementario con otros centros universitarios de la Red Universitaria y con los diversos sectores de la sociedad; y fortaleció la infraestructura para fomentar intrínsecamente el hábito del aprendizaje, la investigación, la colaboración, la cooperación, la creatividad.
Estamos transitando de un modelo académico y pedagógico agotado en su propósito y superado por el dinamismo actual, a uno que se distingue por su innovación y disrupción, lo cual ha implicado, asimismo, iniciar la reformulación de la oferta de programas académicos con el fin de garantizar su pertinencia y capacidad de adaptación a las demandas y tendencias globales de la educación y del mercado laboral; de realizar investigación básica a fomentar la investigación temprana y la generación de conocimiento aplicado para producir impacto social; de impulsar una infraestructura moderna y equipada que permiten a la comunidad desarrollar sus habilidades y talentos en un ambiente adecuado y seguro; de tener relación con los diversos sectores y la sociedad en general a consolidar la participación del CUCEA en la cuádruple hélice y establecer alianzas y proyectos conjuntos que benefician a la sociedad y aportan soluciones a los problemas reales que enfrenta nuestra región
Otro de los aspectos a considerar se encuentra en la necesidad de adoptar modelos multidisciplinares en donde las distintas áreas del conocimiento convergen y buscan soluciones, tanto para nuestros estudiantes como para la sociedad. En este sentido, nuestra Benemérita Universidad de Guadalajara ha sido un faro de compromiso social, innovación y aprovechamiento eficiente de los recursos públicos. La Red Universitaria ha permitido que la vida universitaria se desconcentre, que genere nuevas maneras de aprender y que llegue a cada rincón de nuestro estado, creando una sinergia con el gobierno, el sector productivo y la ciudadanía.
Participamos de manera comprometida junto con nuestro Rector General en la toma de decisiones hacia una visión que acercó los derechos a todas y a todos, y en donde las disposiciones se enfocaron en garantizar el acceso y en disminuir la vulneración y la fragmentación social. No podemos dejar de reconocer que, sexenio a sexenio, estas han sido problemáticas que se han tratado de resolver desde diversos enfoques, la mayoría de ellos lejanos a una visión de política pública orientada a mitigar las causas que originan los desequilibrios estructurales y sistémicos, provocando, en consecuencia, un bucle que repite el estadio de segregación social.
Las instituciones de educación superior estamos llamadas a crear las condiciones idóneas para funcionar como un puente entre estudiantes y las posibilidades de profesionalización con la consecuente movilidad social y desarrollo de las comunidades a las que pertene- cen. Esa es la parte de la esencia de la universidad y es la vocación del CUCEA al ser un nodo de la Red Universitaria; es fundamental para lograrlo y para continuar siendo, para Jalisco, la respuesta a la educación con mirada al compromiso social, a la innovación, a la cultura y al aprovechamiento eficiente de los recursos públicos disponibles y los conocimientos científicos generados.
Es un momento idóneo para transitar de la mano de la comunidad universitaria, de las y los ciudadanos y de cada integrante de los sectores sociales hacia nuevos estadios que nos permitan abatir las asimetrías e incentivar el desarrollo sostenido y equilibrado. Su consolidación es, por tanto, de gran importancia dado que permitirá mejorar la excelencia educativa; abrir las posibilidades para más programas de estudios multidisciplinarios y de mayor calidad; desarrollar proyectos de investigación más ambiciosos y con mayor impacto; optimizar recursos y las políticas institucionales, y, en suma, crear mayor impacto en el desarrollo y bienestar de la comunidad.
Por parte de la comunidad universitaria, no podemos darnos el lujo de no estar a la altura de las dimensiones que implica el reto de reconstruir nuestro entorno. Además, es urgente que preservemos la autonomía universitaria y la libertad de pensamiento crítico que caracteriza nuestras aulas y ser (y seguir siendo) conjunción de voces, de voluntades, de deseos y del reclamo de un estado seguro, con justicia y dignidad para todas y todos.
Somos parte de una familia que nos acompaña en nuestra búsqueda constante de perfección y que nos apoya en nuestros logros y fracasos. Tenemos la responsabilidad de trabajar arduamente para alcanzar nuestros objetivos, de ser críticos con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea, y de utilizar nuestros conocimientos para hacer una diferencia positiva en nuestra comunidad y en el mundo en el que vivimos.
Por todo ello, formar para transformar, innovar para trascender ha sido nuestra visión que, a lo largo de este periodo y como se dará cuenta con detalle en las siguientes secciones de este informe, nos ha permitido articular la visión de nuestra comunidad y la de los diversos sectores que componen la sociedad jalisciense, para formar ciudadanos globales responsables con su entorno y ofrecer soluciones que enfrenten los retos de un mundo globalizado, complejo y lleno de desafíos, promoviendo el verdadero ejercicio del derecho a la educación y los derechos sociales.
Hemos logrado reafirmar al CUCEA como un motor de transformación social, donde cada pequeño avance nos acerca a un futuro mejor. Nuestro objetivo, como universitarios, es avanzar constantemente hacia una universidad que sea más cercana, inclusiva, equitativa, sustentable y relevante ante los desafíos sociales y educativos de nuestro tiempo.
Esto es y será así porque la esencia de la educación es proporcionar los medios a las nuevas generaciones para que construyan una vida mejor, tanto para sí mismas como para la sociedad. Como bien dijo el pedagogo Calasanz en 1661, la educación es “el ministerio más digno, el más noble, el más meritorio, el más beneficioso, el más útil, el más necesario, el más natural, el más razonable, el más agradable y el más glorioso”.
Luis Gustavo Padilla Montes
Rector del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas ◼